martes, 5 de mayo de 2009

My generation.

Si se entiende a una generación como la suma de experiencias compartidas de un grupo de personas que compartió nacimiento en fechas próximas, este es el relato de mi generación.

Una generación que nació en el decantamiento de una dictadura estúpida creada por la intolerancia de las fracciones reaccionarias de mi país. Una generación que nació a principios de los 80, esa década perdida donde nadie sabia lo que podía hacer sin ser asesinado, tomado preso, enjuiciado socialmente o catalogado como algo extraño y por ende malo. Mi generación creció con canciones de protesta, con discursos políticos clandestinos, con el apagón no solo de nuestras ampolletas sino también de nuestras conciencias. Mi generación debe haber sido una de las ultimas que creció jugando al tombo, al alto o al pillarse. Conoció algo de lo que ahora llaman violencia intrafamiliar pero jamás con los atisbos asesinos con los que hoy nos encontramos.

Mi generación nace de la angustia de no sentirse ni ser libres. Esta acorralada en el sueño de lo propio y del desarrollo personal y social. Mi generación creció en barrios y poblaciones que sus antepasados llamaban comprometidas. Somos un grupo de personas que creyó en muchas cosas y que en su ingenuidad pensó que podía cambiar algo.

Mi generación escribió en cuadernos dados por la junaeb y tomo desayuno en los galpones de los colegios con letra y numero. Mi generación hiso explotar los colegios con peos alemanes y sin saber si quiera lo que era, se rebelo contra todo. No hiso política ni se creyó las letras de quilapayun o inti illimani, pero sabia que había que odiar algo. Un algo que no sabíamos que era.

Mi generación comenzó a jugar con drogas desde su adolescencia, no por “monos” como decían los vejetes, sino por curiosidad. Por probar aquello que volvía felices a nuestros padres. Felices a esos seres que no podían vivir de noche porque alguien se los prohibía. Felices a esos seres esforzados que se comieron completo el plato de la modernidad.

Mi generación se desato con el metal, con el hip hop, y con la antigua canción comprometida. Atrás estaban esos “locos rayados” que bailaban de manera estúpida meneando sus pelos escarmenados y sus pantalones amasados. Porque mi generación no quería bailar al son de la música de los jóvenes de los 80. Jamás creímos en esa voz que cantaban los prisioneros. Mi generación era más punk y se creía fiskales ad-hok. Mi generación rompía letreros, quemaba basureros y respetaba a las abuelitas al pasar. Pedíamos dinero en las esquinas y nos cobijábamos bajo arboles de plaza. Comprábamos alcohol en las botillerías disfrazados de civiles y un porcentaje importante de las veces no nos creían.

A mi generación le trataron de meter algo que llamaban grunge y lo único que termino haciendo fue crunch, así tal cual, como se rompe un vidrio o una pared al ser golpeadas. Y eso solo porque nos golpearon silenciosamente, porque nuestros padres embebidos de un sueño indecoroso nos traspasaron las frustraciones de su batalla perdida. Nos traspasaron los muertos de una sociedad intolerante e injusta. Nos pasaron en el ADN eso que llaman rebeldía y que nosotros la entendimos a nuestra manera. Una rebeldía mesclada con angustia. La misma que comenzaba a hacer su aparición en los barrios y poblaciones y que se consumía en codo de cobre.

Mi generación creció con el malestar de un pasado ignominioso que no pudo lograr sus sueños de poder popular. Y así nuestra rebeldía se tiño de esa decepción. Y hoy muchos siguen creyendo pero sin negar jamás que perdimos, que seguimos siendo los mismos que fueron nuestros padres y en algunos casos nuestros abuelos. Hoy, mi generación se emborracha por las noches y hace su trabajo como mejor puede, entendiendo que a fin de mes la mayor parte se la lleva el jefe.

Mi generación esta viva y es muy joven aun para dar respuesta a tantas cosas malas que vemos por todos lados. Pero sin lugar a dudas tiene esperanza. Una esperanza enraizada en algo que desconoce, definitivamente una esperanza que desconoce porque sabe que aunque sigamos creyendo que podemos cambiar las cosas, las cosas siempre seguirán ahí, solo para molestarnos y perder la fe.

Mi generación no fue hippie, ni beat, ni mod, ni mucho menos políticos o actores de la sociedad destacados. Mi generación fuma porro, toma lo que se le cruza, tiene un doble discurso con su fidelidad y conversa inacabadamente las mismas historias de hace tantos años. Mi generación se encuentra en un circulo que no logra romper y todo esto porque la generación anterior perdió su sentido, y lo perdió a balazos.

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