lunes, 28 de mayo de 2007

El ultimo bastión de la cultura popular.



Algunos denostan este paisaje de griterío de ofertas y miradas de demanda, en el juego constante del consumo. Otros cuentan historias y crean, a partir de experiencias que en ella viven. Por otra parte también hay quienes van a ella tratando de rescatar algo del trabajo ajeno, con miradas escondidas y huidas repentinas, donde los dedos largos y pegajosos son el personaje principal de aquella escena. Finalmente hay quienes han encontrado una suerte de hogar callejero, una suerte de vida nomade de ir y venir, de armar y desarmar. En ese diario armado de castillos de fierro, madera y tela existe una forma determinada de compartir nuestro Santiago, parafraseando a Salazar este seria uno de los últimos lugares de soberanía popular. En este ir y venir diario de las ferias libres de Chile vemos una manera de habitar los lugares comunes a todos, en este caso la calle. Aquí se dan cita los feriantes y las caseras y las conversaciones comunes a este tipo de relaciones, y en definitiva, es este dialogo establecido lo que da forma a este tipo de existencia, pues es una forma de vivir en el griterío, en la negociación privada a los intereses del IVA, donde la boleta es una falta de respeto para el comerciante y la cuenta aun se saca con lápiz, es el lugar donde pones cuidado de tu propiedad y en el que compartes con todo aquel que te lo pide.
En uno de sus libros, Humberto Giannini cita a Frederic Berthat y dice con notable curiosidad “hasta el siglo XVIII conversar significaba ‘habitar’, ‘vivir en algún lugar’". Y esto es lo que sucede cuando el comercio callejero de las Ferias Libres comienza a desenfundar todo su armatoste de chingana vieja. Pues claro, no podemos negar que el apelativo de casera (o) o mejor dicho de ‘caserita (o)’ hace clara relación a una forma de compartir con la dueña (o) de casa, con la persona que directamente lleva el alimento diario a los hogares de la patria. Y es en esta relación de cercanía donde mi curiosidad me llama, golpea a mi puerta y me increpa. Pues ¿Por qué ver con ojos lejanos y llenos de prejuicios una vida que ha sabido resistir a los abatares de la modernidad y que sin negarse a ella ha sabido conservar todo aquello que fue desplazado hacia la periferia de nuestra ciudad en los albores de la republica? Tarea no menos apremiante es encontrar el lugar que ocupan en la vida cultural de nuestra nación los mercados de nuestras ciudades.

1 comentario:

Eli Neira dijo...

Hola!!!
completamente de acuerdo, resistir,recuperar la palabar como encuentro con el otro, recuperar el intercambio como actividad humana cargada de amor y no solo como voracidad

saludos gustosos
eli neira