martes, 5 de agosto de 2008

De la serie: Recuerdos político-callejeros.



Mi vida con Sabat.

Solo queda comenzar diciendo que no recuerdo la fecha en que para mí sabat comienza a ser importante como icono de maldad. Esa relación que hago de su semblante y su rostro y que relaciono directamente con la maldad, con las miserias de nuestra sociedad. Parece esto ser todo un prejuicio, y la verdad es que si. Eso es.

Mi relación con sabat es mi relación con la comuna de Ñuñoa, donde estudie mi educación media y donde tuve muchas andanzas. Recorrí las cuadras de la comuna a pie muchas veces y a distintas horas. Compartí con la gente de ahí, obtuve uno que otro amigo y compañero de andanzas. De todo esto fueron años. Y en aquellos años de una u otra forma algunos nos planteábamos el tema de la sociedad y de cómo quizás debiera ser. Mejor dicho, era una critica reflexionada en la medida que nuestra vida nos lo hacia posible. La calle enseña, pero lo hace de a poco.

La primera vez que oí despotricar a alguien contra hechos que sucedían en la comuna, fue desde mi población. En aquel tiempo los jóvenes se quejaban de la eliminación del gimnasio Manuel Plaza. Todo esto porque era un lugar de reunión donde se efectuaban recitales de rock, inmorales y escandalosos para la ciudadanía. Quizás, eso es mera especulación.

La indignación corría por sus gargantas, de la mano de una cerveza barata o de una caja de vino para palear el frio y la realidad. En las casas, de la mano de un rockanroll, se quejaban de cómo cerraban sus espacios de esparcimiento, ya no tenían donde descargar sus rabias, ahora lo harían en las calles de la población
Yo “estudiaba” en la comuna y no recuerdo momentos de tensión con la policía, parece ser que nuestra afición al juego de cartas no era tan terrible. Además que la marihuana se fumaba piola, como cigarro. Estando ahí conocí bares, pooles, calles, gente, espacios. Hoy cada ves que vuelvo, cada calle me trae un recuerdo, una armonía de cuando todo pasaba para bien.

Desde hace un tiempo sabat comienzo a relacionarlo con esos recuerdos y me produce un malestar interior. Me dan ganas de apagar la tele, de cambiar la hoja del diario, de mirar otra portada. La verdad es que en él veo la violencia, de cuando en un programa de televisión el alcalde honesto y transparente, golpeaba a un afeminado supuesto artista. Baby Vamp era la preocupación moral de este alcalde y sus fuerzas iban dirigidas al rostro de nuestro yoko ono masculino. El vaquero de la clase media a salvar la moralidad de las viejitas que tomaban té en sus asilos.
Ahora veo a Sabat y veo dinero, mucho, en abundancia. Veo al perilla y a los narcos de mi población mojando su bolsillo. Pa callao claro, armando empresas y participando de ellas de manera soterrada o indirectamente. La policía les llama “palos blancos”. Nosotros viveza al peo.

Hoy leo entrevistas de Sabat y me encuentro con esto:

Entrevista a Sabat en relación con su participación en las empresas en que se encuentra cuestionado. La Nación Domingo del 3 de agosto del 2008

¿Camhi y usted eran amigos?

No, no. El sabía que yo había sido alcalde nomas. (Sic)

………

¿Una coincidencia?

No, entendamos, yo con él tenía una relación.

¿De amistad?

Si, de afecto, por lo que dije.


Hoy veo a Sabat y no sé que creer. Una cosa mantengo y es que veo la cara de la maldad y la violencia. Da miedo Sabat y solo por eso no debería estar en ninguna parte. Ósea callado.

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