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Desde hace un tiempo no veo televisión abierta. No veo, no veo así como que no tanto. Igual veo un poco, sobre todo los canales de pobre rating que llenan sus espacios con infomerciales y repeticiones infinitas de series pasadas de moda en el tv cable y ya clásicas para la tv web.
Dejé de mirar tv por la sobrecarga noticiosa dramática ascendente. Comencé a leerlo como un guión repetitivo que solo movía sus partes y re-caracterizaba a sus personajes. Algo así como un lu-ma-mi de lo peor de la dimensión humana. Con mis infiernos tengo, dije un día y digitalicé mi forma de consumir noticias y ver audiovisuales. Solo leo encabezados, repetitivos y uno que otro productor de curiosidad. En cuanto a entretención, los programas parecen ser una fosa común en donde dejan entrar a comer a los excluidos una vez el negocio ya solo dejara deudas y recuerdos. Hoy la noticia es rápida y aleatoria a diferencia del tiempo de lectura en voz alta.
Hoy, derechamente si no me avisan de algo que pasa no me entero y que la cosa de los impuestos y ese invento que llaman jubilación y que la derecha avanza y la izquierda baila y el centro se ve como figura a la distancia a través de unos ojos miopes y la economía con números lentos y datos interpretables desde todos los rincones del panóptico. Mi click es un dato en la red de datos interpretables y vendibles en un mercado del que aún no somos capaces de hacernos cargo de manera seria. Le dije a la chiquilla de la amasandería que me gustaba su queque y sus labios de mazapán y aquí están las redes sociales mostrando publicidad de pastelerías y chicas desnudas llenas de crema. La inteligencia artificial tiene capacidad para ser perversa al parecer. Menos mal que las redes sociales me muestran esto y no una funa escrita con drones en el cielo de mi casa, alimentada con fotos de perfiles y capturas de pantalla de las índoles más personales y vergonzosas para que no quepa duda de la fragilidad de la desnudez.
Y comí queque y mazapanes con forma de labios acompañado de un té verde con esencias de romero al atardecer mientras riegas el jardín donde todos los muertos hoy hacen florecer la tierra. He visto a algunos muertos hacer florecer el cemento y si bien la explicación científica existe, a mí déjenme un rato traer a esta vida a aquellos que creo ese gesto invoca. Leía los diarios de fin de semana con ansiedad de asilo y cruzaba las noticias según el relato y recortaba fotografías y artículos para una suerte de archivo que jamás tuvo orden alguno. Me sorprendía buscarme entre las páginas de lectura pública y no encontrarme en ellas, ni a mí ni a lo que me rodeaban, aunque la crónica roja a veces era digna de nuestra presencia e interrupciones.
Hoy lo digital no permite esas posibilidades y no me entristezco ni alegro por ello. He dejado de leer periódicos porque no hay en papel y he dejado la tv por monótona e hija ilustre de su majestad. Y escribo solo con el fin de permitirme darme cuenta de esto, mostrarlo como el reflejo de un espejo para poder mirar-me en él. Hoy la lectura se ha vuelto un refugio con techo de oro, como su santidad y Maradona madreándose en su propia casa que de santa solo tiene la creencia. Me difumino entre páginas mientras el mundo gira y el comercio abre y los parroquianos conversan de las contingencias, del último precio, de puta weón me separé, de me tiene chata esta chuchesumare, de ¿algún día dejaremos de hablar de esto? y de salud conchetumare voh soy mi amigo.
¿Y de qué trabajay? me pregunta la abuela del punto más antiguo de la población y le contesto ¿y que te importa a voh? y me responde con cara de sorpresa y simpatía: tení razón, que me tengo que meter en weas yo. Toma ahí tení tres lucas y anda a comprar una pilsen mientras te armo el encargo, me ordena.
Ahí me entero de las nuevas bandas delictuales que se disputan el territorio y las ventas, el cuaderno de coimas a la policía y los distintos prejuicios de uno y otro quehacer nocturno. Se quemó la casa del vecino y andamos pidiendo una cooperación para ayudarlos en lo que se pueda, andamos haciendo una colecta obligatoria de dos lucas por casa. ¿Cómo es la weá, es colecta o es obligación? retumban una y otra vez en mi cabeza estas palabras mientras tras una sonrisa les entrego amablemente algún billete olvidado en el bolsillo. Y volvió la hija del vecino de ahí de la esquina, si po, la hija del viejo agrandado ese, que la hija era santita y era más putona que las cabras de la torre 10. Y vamos a ir a dejarle unas flores a los cabros ¿no ve que se cumple un año desde que se los pitiaron? el mural todavía no lo terminamos pero le está quedando de choro a mi compare ceniza.
Y así las noticias del habla de estos alrededores. Y en torno al audiovisual ¿ver cine? la rapidez actual no me permite enfocarme sin dejar de moverme. You tube se come los minutos de video que gasto a diario en el tedio de la espera y ya no recuerdo cuando dejé de hacer listas de películas por ver. Hay intereses que maduran para desaparecer mezclados con nuestras habilidades, es la única frase que me puedo inventar para soportar semejante descuido.
Los días pasan y los disgustos mediales son los mismos, las urgencias se diluyen y el tiempo parece que al tamiz del jardín no se lo devoraran los relojes y calendarios. No extraño ningún tiempo pasado y solo me consuelo con saber que no volverán a menos que el gusto del consumidor y la voluntad del titiritero se conjuguen, cuestión que pasa pero generalmente desapercibido hasta que es demasiado tarde para retroceder, al parecer.
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