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¿Qué es una crónica? suelo preguntarme mientras leo libros y diarios que hacen referencia a tal forma de relato. Primero pensaba o relacionaba la crónica con la historia. La crónica histórica como el relato de una cotidianidad pasada, que me acercaba de algún modo a los relatos a los que asistí desde muy niño. El campo abierto y la vida adobada, los animales muertos para el disfrute de la cocinera y la vida ruda de siglos anteriores. Las reseñas de autores o títulos me son complejas en tanto entiendo esta escritura como una intuición más que como un trabajo de academia, claro sin querer sobreponer en importancia a ninguno. Luego tuve la oportunidad de seguir preguntándome qué era esto y aterricé en un taller de crónica o nuevo periodismo, acérrimos enamorados del relato periodístico. Una bella tarea digna de aplausos y comprar libros. Ahora el relato ya no era en pasado sino en presente, dejaba de ser un ejercicio de memoria como lo había visto en Edwards, Filebo y otros (¡nunca otras! me enojo conmigo, solo de percatarme de la ausencia de ellas), una crónica que como un artesano crea su artesanía en su mesón el cronista a través de su trabajo de archivo va creando su artesanía, un relato con raccontos que responden preguntas de hoy. Ahora la crónica era una forma de periodismo que coqueteaba con la narrativa más no con la ficción. Quizás ahí un punto importante ¿será este nuevo periodismo la crónica histórica del futuro? como dice el cantor; somos prehistoria que tendrá el futuro, somos los anales remotos del hombre, estos años son el pasado del cielo. Y en el camino uno se la pasa urgueteando por aquí y por allá a ver si la pregunta deja de acosar ¿qué es una crónica? insisto como aturdido y para mi suerte vuelvo a reincidir en un taller sobre crónica con un barbón de espalda cansada donde el eje era la literatura o la presencia de la crónica en la narrativa o algo así. Mi primera pregunta fue ¡qué es la crónica? y acompañado de esta una larga perorata de mi andar tras esta pregunta. No recuerdo la respuesta quizás porque la pregunta persiste pero la respuesta parece no tener carácter de urgencia.
Las crónicas las encontraba en las revistas pitucas del mercurio o en la página cultural de Las últimas noticias, textos donde encontrabas desde recetas hasta recuerdos que ayudan a completar las islas que deja la lectura académica. La crónica roja como el hermano delincuente. La crónica de Mundt que encontraba entre los libros que se ofertan en los paños sucios al final de la feria me parecía algo tan cercano como vivible. Alberto Romero escondido entre los chaquetones de personas de dudosa confianza me contaba cómo se vivía ahí donde yo estaba creciendo. Sanchez Latorre y su esperada crónica de los sábados que podía dejarme divagando hasta la próxima ocasión. En ese tiempo el viejo compraba el diario, lo compraba para hacer los puzzles no para leerlo pero ante semejante despilfarro la pobreza no hace pensar más que aprovechar al máximo aquello por lo que se invierte ya que lo invertido es escaso de conseguir.
¿Qué es la crónica? Me pregunto con un libro de Edwards Bello, de Meneses, de Mouat, de Vinicio Cordeiro, de Rivas sobre la mesa. Converso con personas interesadas en el tema y muy conocedoras de su trabajo y no encuentro una respuesta al modo de receta de cocina que muestra como va, paso a paso, la cuestión. Cada escritor tiene su método, escucho decir, tienes que encontrar tu voz, me escucho decir a mis adentros y ahí explotan mis manías que necesitan con urgencia solucionar un dilema, en este caso, la voz propia. Puras weás, me contesto solo, apago el cigarro y termino esto.
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