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¿Cómo es vivir el presente? Acabo de escribir esta pregunta y ya pasó a ser parte de aquello que llaman el pasado. ¿el presente puede ser medido o solo fluye? ¿ el presente dura o solo sucede? en el caso de lo que sucede, para que exista necesita de tiempo y espacio ¿ o no? necesita de un momento en el que suceder. Un momento es un espacio de tiempo pero el tiempo desde la época clásica siempre ha sido una interpretación acerca de lo que el ser humano utiliza como percepción de aquello. Lo eterno e inmutable como realidad inabarcable para la pequeñez humana capaz de racionalizar una inmensidad mayor a sí mismo versus el cambio constante y el fluir infinito incapaz de permanecer pero que aun percibiendo la incapacidad humana de retener este torrente de devenir somos capaces de saber que nos habita constante e imperturbable.
Se escucha y se lee por diferentes lugares aquello de vive el presente, el día a día, el aquí y el ahora y ciertamente que estas sentencias antes que tranquilizar algún relámpago de la memoria lo que hace es dejarme en un vacío abundante de dudas.
Supongamos que vivir el ahora o presente significa aceptar a Heraclito bañando sus canillas en el río de la vida. Esto supondría que aquellos que habitan esta idea no se bañan nunca en la misma agua y por tanto la imposibilidad de sacar algún aprendizaje de la experiencia se ve llevada por este devenir constante. No existe experiencia única para recordar y el tiempo existe más allá de nosotros, sin nosotros y nosotros formamos parte de algo superior a nosotros mismos. El tiempo como aquella impotencia humana de la que somos esclavos.
El avance tecnológico ha creado herramientas capaces de mantener a través del tiempo momentos de la vida. Algo así como traer el presente constantemente sobre sí mismo.
Este gesto parece ser una trampa humana para el paso del tiempo. Hacer que algo que ya pasó vuelva a suceder por lo menos en la memoria o en la experiencia emotiva. Las tecnologías de almacenamiento, como tecnologías que ayudan a la memoria a dejar de ejercer su potestad también se pueden convertir en cementerios llenos de presentes por olvidar, como una caja llena de fotografías guardada al fondo de algún mueble o la memoria del celular llena de imágenes sonrientes y agradables.
Por otra parte, si el tiempo es uno e inmutable, no varía y somos nosotros a partir de nuestra pequeñez quienes lo percibimos como algo esquivo, toda referencia a un tiempo del tipo que sea queda supeditada a la imaginación humana. Las cosas eternas son las que poseen el atributo de la verdad, mientras nuestra pequeñez individual no nos permite apropiarnos de aquello.
¿Es el presente importante? Este y su capacidad escurridiza en uno u otro punto de vista parecen ser la evidencia de la complejidad del tema. Sin importar si se viste de kronos y kairos, el presente huye de nosotros en cuanto se nos muestra. Pero claro, mezclemos un poco las cosas y pensemos de manera geométrica. Pensemos que el tiempo al que hemos hecho referencia es un tiempo lineal y de progreso constante, idea por lo demás que la mayoría de la humanidad percibe como cierta. Sin embargo hay concepciones que nos permiten ver el tiempo como una hélice cilíndrica o como un círculo que repite sus presentes constantemente. Esto no significa que podamos evitar la característica escurridiza del mismo pero si habla acerca de poder acercarnos a un mismo presente una y otra vez para enfrentarlo de manera mejor o intentar reducir los errores cometidos. Este tiempo es el Ion que caracterizaron los griegos como el tiempo cíclico, ese que podemos ver en la naturaleza a través de las estaciones del año, el día y la noche, el ciclo del agua, las épocas de cultivo, incluso intentando vincular este tiempo con características más urbanas podemos ver algo de esto en los ciclos escolares, la rutina del trabajo y las vacaciones.
El Ion o el tiempo circular nos permite repetir el presente, predecir posibilidades y sobre todo nos plantea dentro de un tiempo que si bien no deja las características del avance inexorable del tiempo en general nos procura una segunda oportunidad siempre. También como una condena el presente constante o repetitivo puede acabar con nuestra cordura.
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